Momentos dolorosos de la maternidad

Uno de los momentos más duros que recuerdo de mi maternidad es el día que me tuve que ir del Hospital sin mis hijos.
El Rubio y El Moreno nacieron a las 30.5 semanas. Sufrí una Listerosis  (es la primera vez que soy capaz de escribir esta maldita palabra) de origen desconocido que provocó el parto.
De los 26 días que pasaron en el hospital recuerdo muchos detalles y sentimientos, pero hay algo que me produce un dolor especial, el parto y mi no-conciencia de la situación.
Durante el embarazo negué la posibilidad de que fueran prematuros. No quería leer sobre el tema y si alguien me mencionaba esta posibilidad sacaba las uñas. Mi embarazo iba bien y mis hijos no se separarían de mí, igual que con la Niña Robinson.
Lo negué hasta el mismo día del parto. A pesar de las contracciones, la medicación  y del dolor, lo negaba. Llegó el ginecólogo y me digo: “Esto lo tenemos listo en una hora” Contesté: “¿Me voy a casa?”. “No, vas al quirófano”, sentenció. Seguía negándolo.
Entré en quirófano y al cabo de un rato sentí un niño llorar. Solo pensaba en lo inhumano que era estar allí y  tener que escuchar el llanto de otros bebes. Pero era el llanto de mi hijo, El Rubio. Me lo acercaron, le di un beso y se lo llevaron. Minutos mas tardes nació El Moreno, no pude besarle, me faltaba el aire y se lo llevaron. Nacieron sanos.
Los días en el hospital fueron duros. También fueron felices. Cuando no has podido tocar a tus hijos hasta las 15 horas de nacer, la primera vez que te cogen el dedo te invade una felicidad inmensa. Cuando puedes cogerlos te tiemblan las piernas y lloras de alegría. Pero en minutos pasas a la mas absoluta tristeza y desolación, ¡lloras de rabia! Así 26 días.
De aquellos días recuerdo salir del la UCIN, entrar en el ascensor y  saltar de alegría porqué nuestros hijos habían cogido 80gr de peso. Bajar las 7 plantas y  al pisar la calle volvíamos a la realidad.
Era pasar de 0 a 100km/h en segundos, y cuando ibas a 200km/h tienes que frenar en seco.
Hay que ser muy fuerte mentalmente para soportar esto y no me refiero a los días de la estancia la UCIN, me refiero a los meses posteriores. Mientras dura el proceso somos fuertes, nuestros hijos nos necesitan, podemos flaquear lo justo, sin excesos.
Y después, ¿cómo se vive con ello? ¿Cómo afecta el recuerdo de esos días? En mi caso, al año, empecé a “caer”. Tras muchas pruebas y  revisiones, era definitivo, estaban bien. Fue entonces cuando empecé a llorar cada vez que veía un bebé o hablaban de partos. No era capaz de ver las fotos de mis hijos en el hospital. Algo no iba bien. Debería estar feliz, estaban sanos, habíamos conseguido amantar hasta el año, se desarrollaban dentro de los parámetros marcados…Y a pesar de todo, seguía llorando.
Este verano fui a la revisión anual ginecológica. En mi centro las revisiones las pueden hacer las matronas y pedí que fuera una quien la hiciera. No mencioné mi estado de ánimo. Me felicitó por haber consolidado la lactancia (podéis leer mi experiencia en Una mamá para dos). Y me propuso derivarme al psicólogo del centro para hablar del tema, dije que no, pero me convenció. Ella había pasado por lo mismo y creía que una visita me iría bien. Accedí.
Fui a la primera visita, a la segunda, a la tercera…y ya no tengo que volver.
Recordar aquella vivencia sigue doliendo pero ya no me hace sufrir. Hace un par de meses vi por primera vez las fotos de los mellizos en la UCIN y me siento orgullosa de ello. Fue un gran avance.
Lo hice por mis hijos, por mi marido, por mis padres y sobretodo por mi. Ese malestar no me dejaba disfrutar al 100% de mis hijos.
Animo a todas las mamás y papás que hayan pasado por situaciones similares y sientan que algo no va bien a pedir ayuda.
Las experiencias tan doloras no se pueden cambiar pero si podemos aprender a vivir con ellas.